martes, 21 de diciembre de 2010

vamos a perder la casa


No puedo levantar la hipoteca, vamos a perder la casa, repetía Papá. Estaba borracho y lloraba como un niño sentado en la hamaca del patio. Yo había ido hasta donde estaba y él me había sujetado entre las piernas y el pecho. Sentía su respiración agitada: pequeñas parálisis y luego bocanadas de aire mezclado con agua.

En primavera, los patios de Provincetown se llenan de jazmines; en el nuestro acababan de florecer los que mamá había sembrado al comenzar el año. Podía ver una cascada de flores blancas sobre la pared por el hueco que se abría entre las rodillas de papá. Qué vamos a decirle a tu madre, escuché que dijo y cerré los ojos. Pensé en el cambio de estaciones, en los padres fundadores, en el mío, en las flores, en los banqueros, en mamá y sentí mucha tristeza por todos.